Ya se convirtió en hecho, China ha superado a Estados Unidos convirtiéndose en 2014 en la primera potencia económica mundial, según los últimos datos publicados por el FMI. China va acumulando peso en la economía mundial, destacando en importancia como país consumidor y productor. Sin embargo, la economía china también presenta debilidades a tener en cuenta a la hora de hacer una perspectiva de futuro.
El crecimiento anual medio del PIB de China desde la década de los 70 ha sido la tasa más alta del mundo. Este fuerte crecimiento se debe sobre todo a la buena situación geográfica de China, junto con las buenas condiciones con que inició la reforma y una exitosa estrategia de planificación central.
En la actualidad, China supera también a Estados Unidos como país consumidor, tanto en materias primas como en alimentos o en bienes de consumo. Por lo que refiere a su papel como país productor, también ha experimentado un gran crecimiento, siendo la tasa anual media del 11,1%. En este sentido, destacan algunos sectores industriales como serían los textiles, los equipos de telecomunicaciones, la siderurgia, el sector automovilístico o los productos químicos.
Todo ese crecimiento no es casualidad, China posee importantes puntos fuertes en su economía. Los abundantes recursos humanos y materiales, así como una fuerte inmersión comercial en sectores con buenas perspectivas y un entramado empresarial internacionalizado son algunos de ellos. No obstante, también cuenta con puntos débiles. En China no abundan los recursos energéticos, cada vez es mayor la desigualdad en la distribución territorial y su población parece envejecer cada vez más rápidamente.
Con todo, China ha adquirido una importancia sobresaliente en el panorama de la economía mundial. Sabiendo aprovechar sus puntos fuertes, deberá enfrentarse a los desafíos que sus puntos débiles le pondrán por delante. De esta manera, el dinamismo de su expansión la llevará a convertirse en una de las protagonistas del siglo XXI.