¿Cómo quedan las hipotecas tras los últimos ajustes?: los reajustes

Conocíamos hace pocos días parte de las medidas correctoras usadas por el propio gobierno y con destino a los préstamos hipotecarios, algo que comunicábamos en el artículo anterior ya era esperado, pero que sin embargo, por esperado no deja de ser muy importante fundamentalmente para la evolución del sector inmobiliario, y desde luego, para aquellas personas cuyo objetivo a medio plazo era el de la adquisición de una vivienda.

Entre otras cuestiones los dos ejes principales estos reajustes, ya solicitados de antemano por el propio Banco de España, hacían referencia a los dos elementos tal vez más polémicos y utilizados en lo que en el anterior artículo denominábamos época de la hipoteca feliz; los límites de financiación del producto y los plazos de amortización.

La recomendación de estos reajustes implica de manera directa la desaparición de los límites de plazos de amortización situados en los 40 años (recordemos que incluso hemos tenido en el mercado productos por encima estos límites de amortización) y por otro lado la reducción más que notable los límites de financiación; aquí debemos tener en cuenta que de manera común la oferta de financiación del 100% del valor de tasación de las viviendas ha estado muy presente en muchos de los productos hipotecarios ofrecidos en el mercado en los últimos años

Lo anterior, de manera directa, ha significado que la gran mayoría las entidades financieras comienzan a aplicar dichas recomendaciones, y de hecho, vamos a poder encontrar cada vez en menor medida entre los productos hipotecarios esos amplios límites de amortización y esos valores de financiación máximos.

En el próximo artículo analizaremos las posibles consecuencias reales, desde punto de vista del usuario, que este reajuste de los préstamos hipotecarios presentará, sin embargo como ya a primera vista el lector puede entender, realmente las condiciones de las hipotecas se endurecen, cierto es que este endurecimiento responde probablemente a una racionalización de un producto cuyo consumo no fue racional y cuya oferta, por parte de las entidades financieras, tampoco lo fue, pero desde la óptica como decimos de usuario necesariamente no son buenas noticias.

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